Cartel de Viernes & los Robinsones de J.L. Labrador (1986)
Bogart, circa 1985-86
Los que hoy se pasen por el Café Central de la plaza de Paz Novoa, ni se imaginan la oscuridad de su primera etapa, cuando se llamaba Bogart. El escenario, por llamarlo de alguna manera, estaba en el mismo sitio en el que está hoy, pero entonces estaba más bajo que el resto del local, una especie de foso desde el que el público te miraba desde las alturas. En realidad, imagino que se habían apartado unas mesas para que nos colocáramos allí, porque allí nunca se había organizado ningún concierto. Si tocamos en el Bogart fue porque el disc jockey de entonces (o pinchadiscos, que lo de DJ aún no existía), era ni más ni menos que Carlos Álvarez, todavía hoy al mando de Peggy Records, la única tienda de discos de la ciudad. Carlos era uno de aquellos (escasos) adelantados que descubrieron a principios de los ochenta lo mejor del nuevo pop, y se encargaban de difundirlo entre sus cercanos. Como no nos acordábamos de cómo llegamos a tocar allí, le insistimos para que hiciera memoria:
Los que sonaban entre Hombres G y Eskorbuto (muy buena descripción, aunque parezca mentira), eran Undécima Advertencia, con un hit dedicado a una vaca llamada Basilia, y un himno que empezaba “Como manzanas, cago manzanas...”, y continuaba de mal en peor. Lo que yo recuerdo es que aquello estaba lleno, no hay más que ver la fotos, y además era lo normal en aquellos días, y que debía ser uno de los primeros conciertos en los que Chapi tocaba con la batería completa. La guitarra que llevo no es la mía, supongo que alguien (¿de Última Fila?), me prestaría una que se pudiera afinar. Seguro que tocamos todas aquellas canciones demenciales que pasaron a la historia sin llegar a grabarse (“Óscar”, “Si llego tarde a casa”, “Burgasville”, “Ella es insaciable” o aquella semibalada de un tipo enamorado de una monja de clausura... ¡ese Labra!), y que debíamos sonar a mil demonios desafinados.