lunes, 19 de julio de 2010

VIERNES & LOS ROBINSONES de gira por Francia (Noviembre 1987)


Día 1:
Es un día de Noviembre de 1987 a la hora en la que el sol empieza a asomar su yema allá al fondo, entre las nubes, muy cerca de Burdeos. Fernando conduce desde Ourense. Nadie duerme y nadie está callado. Todos hablan, proclaman, explican, expresan, mencionan, gritan. Es una invasión de palabras como piezas del Tetris, el videojuego soviético que está de moda. Se ensamblan unas con otras en algún lugar de la cabeza y se hacen sitio hasta la garganta, resecando la lengua mientras van saliendo de los labios hacia afuera, escupidas en racimos que se apiñan en el escaso espacio libre de la furgoneta; emergen en oleadas, por docenas, cientos, miles. Nadie es capaz de estar callado. Es lo que un neurólogo diagnosticaría como síndrome de Tourette, tics vocales severos. Pero dejémonos de médicos. Lo que hay es un grupo de amigos que se van a tocar por pueblos y ciudades de Bretaña durante diez días, formando parte del Carrefour des Regions D´Europe, una reunión intercultural de Bretaña, Groninguen y Galicia. Viernes y Los Robinsones se van de gira. Esa es la pura realidad. Como para estar callados.


Día 2:
Ya están en Bretaña. Ya han visto a Martin, uno de los catalizadores de esta aventura al que conocen desde su visita a Ourense con Kalashnikov, a los que telonearon en la Casa da Xuventude. Hoy tocan en Langolen, cerca de Quimper, con Dominic Sonic, el nuevo grupo de Martin y con Apiie Albert & the Doctors, con quienes compartirán alguna fecha más. Ya se ha unido a la troupe
Rafa que, según parece, ha llegado desde Niza. Por la mañana alguien preguntó, en medio del habitual amasijo de conversaciones, si antes no habían pasado un par de veces al 4L azul que llevaban delante. Cuando Fernando, que todavía no ha dejado el volante a nadie, se disponía a adelantarlo de nuevo, advirtieron una mano asomada por la ventanilla que comenzaba a hacer evidentes gestos para que se detuvieran. La misma mano que en un abrir y cerrar de ojos pegaba una sirena en el techo del 4L. Un gendarme pelirrojo con bigotillo Willy De Ville, la mano de la sirena tocando el ala de la gorra con la punta de los dedos. La vitesse. La vitesse. Sí, sí, señor gendarme, tendrán mucho cuidado con la vitesse. Y continúan viaje, hablando sin parar, por supuesto.


Día 4:
Hace frio. El primer bolo estuvo bien para romper el hielo pero el de ayer fue perfecto. Tocaron en Le Barracuda. Mucha gente; Labra inspiradísimo, incluso con las frases que chapurrea en francés (cette chanson parlé de le contrabando, cette chanson parlé de la nuit
); Moncho parece que lleva tocando con ellos desde siempre y no desde hace veinte días. Como broche de oro tocan Suzie Q, cerrando el concierto con ese puntillo macarra. Cenaron unos bocadillos de un pan desconocido que aquí llaman baguette y durmieron en el piso de arriba de la propia sala. Por la mañana on the road again dándole a la lengua, hacia Saint-Malo. Au revoir Le Barracuda, puro rock´n´roll.

Día 5: Jorge, que los acompaña desde Ourense y hace las veces de road manager, parece conocer a todo el mundo sea bretón o no. Rafa es por el estilo. Ambos se encargan más o menos de la logística y de organizar las necesidades básicas: comer, dormir, etc. Los músicos sólo ponen su música. Hoy tocan en un barracón desde el que se ve el mar de Saint-Malo, un sitio perfecto para cantar ese himno a la desidia que dice:

Vo-vo-vo-voy bailando en mi tabla / haciendo surf en el Barbaña / rodeado de basura / haciendo surf yo soy feliz / en mi tabla quiero vivir / Ba-Ba-Ba-Bar-Bar-Bar-Barbaña Surf.

Beaujolais y paseos junto al mar en Saint-Malo, empapelada de carteles que anuncian por todo lo alto a Viernes et Les Robinsons. Esto sí que es vida.

Día 6: Sí, esto sí que es vida aunque siga haciendo mucho frio. Moncho, a pesar de su barba, tirita en un sofá. Han dormido en casa de unos rastafaris repleta de discos y comics y han pasado el resto del día hasta la hora del bolo sesteando, aunque sin dejar de hablar por los codos. Saben que hay que guardar un poco de fuerzas para lo que queda.

Día 7: Ayer en Fougueres, hoy en Plerin. ¿O es al revés?. En algún sitio hay una casa asombrosa en la que han pasado la noche, cuyos dueños podrían ser perfectamente Astérix y Obélix. Se empiezan a amontonar los días. Lo que sí es seguro es que mañana, fin de fiesta en la capital. Alguno ha estado perdido buena parte del día, pero están preparados.

Día 8: Rennes. Es más grande de lo que parece. Fernando y Amadís caminan sin rumbo entre muros de fábricas. Algunos duermen en casa de Martin o de algún conocido de Martin. Cuando pasan por delante del local de ensayo de Los Carayos creen oír que 091 están igualmente de gira por Francia. Rennes es un hervidero; también paran estos días por aquí los del Centro Dramático Galego. Y Reixa, Morris y Manquiña. Y claro, inevitablemente sale a relucir el gran tema de conversación cuando encuentras gallegos por el mundo adelante: que como en casa no se come en ningún lado. Morriña de empanada, pulpo y zamburiñas de la ría. Por otro lado, el concierto cumple de sobra con las expectativas. Dominic Sonic, que recuerdan vagamente a Suicide, son muy buenos y A.A. & the Doctors buenísimos, como demuestran bordando una versión del Goodnight ladies de Lou Reed, pero Viernes y Los Robinsones no les van a la zaga. De ello les quedará constancia porque alguien ha tenido la gran idea de grabar el concierto. Labra está imponente, reptando literalmente por el escenario como endemoniado mientras aúlla Esta noche voy a pasarlo bien; Moncho hace saltar chispas de su Gibson; Carlos se desgañita y reparte monumentales tajos con su mano derecha como si cortara filetes de carne cruda; Fernando y Amadís bombean y percuten sin tregua una y otra vez. Canción negra, Si llego tarde a casa, Contrabandeando, Barbaña surf. Ha quedado el pabellón bien alto. Y que nadie se vaya, todavía quedan mucha noche y mucha fiesta.

Día 9 y 10: Están charlando y tomando café. Una cristalera los separa de la calle, en donde llueve con intensidad. Esperan a Jorge. Pueden ver la furgoneta aparcada. En Rennes se rascó de la manera más tonta todo el lateral derecho y antes casi se quedan sin bajos y sin ruedas al atravesar un bordillo lleno de piedras pero lo cierto es que ha resistido bastante bien tantos kilómetros en tantos días. Jorge surge bajo la lluvia y parece mirar hacia adentro. Lo llaman a gritos, agitan los brazos pero Jorge no los ve, sólo está mirando su propio reflejo en el cristal mientras se coloca el pelo. Alguien dice, venga, vámonos antes de que se pierda. Se levantan y salen al aguacero que sigue cayendo sin piedad sobre Verín. Ya falta muy poco. Regresan cansados, felices y comenzando a poner en orden sus recuerdos. Y ahora sí, de la furgoneta se ha apoderado un plácido y rotundo silencio.

Javier Dorforno Junio 2010


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lunes, 12 de julio de 2010

COSECHA ROJA: Sala Vanessa (Ourense, 29-12-93)



A la altura del Pazo de Xustiza en la calle General Franco (rebautizada ahora con un antónimo como calle Progreso), en un edificio en donde hubo un hospital en el que nací, estaba la sala de fiestas Vanessa. Sofás de escay y moqueta azul sucio; cacaolat con coñá como iniciativa anti-garrafón aconsejada por Leo y, vigilándonos a todos, una mirror ball grande como la Luna, enviando reflejos a nuestras cabezas en el centro de la pista. Todo bastante denigrante y disparatado pero, qué queréis, eran los ochenta. Allí celebrábamos las fiestas del instituto para recaudar dinero para nuestros viajes de fin de curso (sí, yo también soy de esos adolescentes que vieron amanecer en Benalmádena). En una de esas fiestas tocó Ultima Fila con Alta Tensión y creo que con Telaraña, el grupo de Leguina con el que compartíamos local de ensayo y que nos prestaba ampli, guitarra y todo lo que le pidiéramos. Años después, en la época del Vacaciones Permanentes, también tocó Cosecha Roja y de ese concierto os traemos ahora esta grabación. Creo que fue uno de los mejores momentos del grupo en el plano digamos artístico. Ensayábamos mucho (hasta que dejamos de hacerlo) y sonábamos tal y como queríamos sonar. Quizá por entonces pasó a nuestro lado el tren ese que hay que coger y que ni nos enteramos. O lo que me parece más probable, que nunca hubiese tren alguno y que hasta para eso el talento lo tuviesen otros. No obstante, ahora tengo claro que el fin último de todo estas historias que hemos vivido y que os estamos contando, era tener este blog que con tanto esmero cuida Amadís y que para nosotros es el disco duro de nuestra memoria (histórica).

Se me olvidaba. Aunque Vanessa era discoteca y no tenía una programación muy estable de conciertos, a veces hacía cosas como por ejemplo Paul Collins Beat, todo un acontecimiento para nosotros porque nos gustaban mucho (All over the woooorld, tonight) y porque traía como batería en aquella gira a Billy Ficca, sí, sí, el mismo, el de Television, el de Marquee Moon, disco totémico para Cosecha Roja del que a veces versionamos (siempre pudorosamente y en la intimidad) See no evil.

Javier Doforno, Junio 2010


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